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03 de Septiembre de 2010

Modos de afrontar el estrés

Especialista en Marketing y Alta Dirección, destaca su amplia trayectoria profeisonal como Director General de la División de Artículos Industriales y de Consumo para España de PirelliDirector de Operaciones para el Mercado Español de Exportación de la empresa Finlandesa Kone o miembro del Comité Ejecutivo de la Empresa Zardoya Otis.

Sumario:

por Miguel Bello Vázquez. Consultor de Empresas y profesor del Máster en Dirección Comercial y Marketing en ENAE Business School, así como de diversos cursos relacionados con materias encuadradas en el área de Habilidades Directivas.

Muchas personas pasamos demasiado tiempo en el trabajo, absorbidos y tensionados por las preocupaciones laborales, sin ser conscientes de que para hacer las cosas medianamente bien, necesitamos situar lo esencial en su sitio, lo conveniente en otro, y las “bobadas” que son las que más tiempo nos roban y las que, por lo general, más estrés nos ocasionan, en otro.

¡Cuántos malos ratos pasamos por cosas, que, al cabo de días o quizás de horas, ni recordamos!  Mientras no aprendamos a priorizar, a disfrutar de lo que hacemos sin agobios extemporáneos, a convivir en armonía con los compañeros, a compartir nuestro tiempo con la familia, con los amigos y a empezar cada mañana motivados por el afán de un nuevo día, pasaremos por la vida, pero no la viviremos.

No será la primera vez en que, después de una larga jornada, volvemos a casa agotados psíquica y físicamente, con el sentimiento de “no haber hecho nada positivo”, de haber estado todo el día apagando fuegos, dedicados más a solucionar líos que a otra cosa.

Y pasan los días y las noches, sin que intentemos con seriedad poner freno a este desconcierto anímico, por un “qué se yo” de causas. No sabemos cómo, pero nos hemos convertido en “esclavos con gusto” hasta que llegue el día en el que nos paramos, o la vida nos para.

Si el zapato nos aprieta más de lo que nos gustaría, si el estrés nos acogota y  deseamos replantearnos nuestros objetivos vitales, disponemos de cuatro alternativas, cada una con su dificultad, pero todas ellas posibles:

1. Cambiar la cultura empresarial para que sea menos estresante, haciendo llegar a la cúpula directiva el mensaje de que el estrés permanente y la ansiedad que produce, reduce nuestra capacidad de pensar y en consecuencia las iniciativas innovadoras que los tiempos actuales requieren. Se trataría de dirigir al jefe. La comprensión del tema es sencilla. El estrés positivo es aquél que da lugar a una cierta tensión para poner en juego toda la ”pasión controlada” de la que seamos capaces; sin tensión, con exceso de relajación prima hermana de la pasividad, pocas cosas se consiguen.

Y con una tensión nerviosa, agitada y preocupada, no sólo no se logran resultados, sino que además, perjudicamos nuestra salud. Basta con observar un equipo de fútbol. Cuando se mueve con parsimonia y sin espíritu de lucha, le es difícil ganar un partido; su relajación es sinónimo de pasividad. Sin embargo cuando le va mucho en el empeño y pasan los minutos y el tiempo apremia y el resultado es negativo, el equipo con afán ganador pone demasiado entusiasmo en el juego y poca cabeza. Los nervios le comen y los desatinos se suceden. Es labor del entrenador, en ambos casos, estimular el estrés justo. Es la misma responsabilidad de los jefes en la empresa.

2. Cambiar nosotros internamente para vivir las situaciones de manera menos complicada. Hay personas que ante acontecimientos similares o peores que los nuestros, afrontan su realidad de forma más serena, ya que no son las acontecimientos en sí los estresantes, sino el modo en que nos afectan. Busquemos una mejor organización de nuestro trabajo; muchos permanecemos hasta deshoras por inercias pasadas, porque están nuestros jefes, o por otras causas que poco tienen que ver con la presión laboral.

Dediquemos tiempo a nuestra familia, no nos regateemos ratos de ocio con nuestros hijos o con amigos. La vida es más que el trabajo. Lamentablemente, alguno de los lectores de este artículo, nos darán la razón si están jubilados, o no lo harán hasta que se jubilen.

3. Cambiar de empleo, cuidando en no saltar de la sartén al fuego. Cuando somos susceptibles de estresarnos ante problemas menores, corremos el riesgo de seguir estresándonos en otro lugar, pues nuestra manera de ser la llevamos puesta a todas partes. Con el cambio, hemos de dejar atrás las malas sensaciones, los trabajos con exigencias traumáticas, los jefes dictatoriales que nos machacaban y afrontar la nueva etapa profesional con otro talante.

Antes de tomar la decisión de cambiar, es muy recomendable poner cañas a pescar; deporte que debemos practicar con calma. Cuando intuimos que con el tiempo nuestra situación de hoy no va a mejorar, empecemos a buscar nuevos ríos en los que echar la caña, antes de que se nos pase el arroz.

Además, al tener trabajo, realizaremos cualquier entrevista con tranquilidad y sin agobios. El pez no tiene porqué picar hoy. De momento, tenemos comida en casa.

4. Seguir como estamos; una vez tomada la decisión de continuar en la empresa, por razones de edad, por comodidad geográfica, o por lo que sea, nos sentiremos más tranquilos. La molestia del yugo será más llevadera. Sin darnos cuenta, o quizás fruto de una profunda reflexión, pondremos el acento en lo positivo que tenemos hoy, siempre que lo negativo no afecte a nuestras esencias o a nuestros valores. En todas partes cuecen habas y hemos decidido que las de nuestra actual empresa no son tan malas.

Después de que nuestra mente entre en razón y superemos los traumas actuales, respiraremos aliviados. Sólo mediante la auto-reflexión serena podremos razonar sobre la mejor alternativa, partiendo de la base de que lo importante no debe estar en la lucha por ganar más dinero (siempre que se disponga de un mínimo indispensable) ni por alcanzar más poder, si el precio a pagar es excesivo, si pasamos a estar dominados por una ansiedad estresante que nos desborda.

Lo importante de la vida, lo más importante, está en ganarnos a nosotros mismos. Otro día hablaremos del estrés en las personas desocupadas que carecen de lo esencial para llegar a fin de mes, o peor aún, para abordar los primeros días de cada mes.

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