Acoso Laboral

Enviado por Miguel Bello Vazquez, el 14/10/2022 - 10:49

A raíz de una relectura de la pirámide de Maslow, reparé en los diferentes tipos de necesidades que describe y en su evolución jerárquica; es decir, en que, a medida que se resuelven las de los niveles inferiores van surgiendo otras más directamente condicionadas por nuestra manera de ser, con especial reflejo en la forma de relacionarnos con nosotros y con los demás.

Veamos a continuación, las cinco etapas señaladas por Maslow y sus definiciones:

  1. Fisiológicas (subsistencia vital)
  2. Seguridad (protección, estabilidad personal…)
  3. Sociales (compañía, afecto, participación, relaciones …)
  4. Reconocimiento (aprecio personal y profesional, autoestima …)
  5. Autorrealización (espíritu de superación, aprendizaje…)

Es evidente que el mundo empresarial se sustenta sobre el capital intelectual de la gente, de su motivación o desmotivación; causa y consecuencia, a la vez, del clima laboral con claros efectos en la satisfacción o insatisfacción del conjunto.

En este orden de ideas, uno de los factores de mayor incidencia negativa en las actitudes y comportamiento de las personas afectadas viene dado por algo tan rechazable como el acoso laboral (mobbing), por las secuelas psicológicas que produce, y que, en los últimos años parece crecer de modo preocupante.

Se puede encontrar muchas situaciones o motivos que provoquen el acoso laboral, como:

  • Aislamientos
  • Invisibilidad
  • Criticas sistemáticas en público o en privado
  • Calumnias
  • Carga excesiva de trabajos, o nada
  • Burlas sobre aspecto físico y/o creencias
  • Motes
  • Raza
  • Género
  • etc. etc

Todas estas formas de acoso rompen autoestimas y añaden complejos. Cada uno de los pacientes lectores de este artículo puede recurrir a su propia experiencia para aumentar o reducir la lista. Y todo ello, al margen de picarescas o búsqueda de beneficios espurios por quienes las practican, que de todo hay.

Estas anomalías, que dificultan convivencias y la deseable comunicación interna, no se producen sólo de jefes a subordinados, sino también entre compañeros para hacer gracietas, para mostrar suprematismos infantiles o, en el caso de los jefes, para presumir de galones, como señal de mando.

Dejamos aparte el acoso sexual, solapado o explícito, más abundante en organizaciones de tradicional cultura machista, por merecer una reflexión profesional más ajustada. Aunque todos sabemos a lo que nos estamos refiriendo, especialmente, si se ha sufrido en propias carnes.

El objetivo de las líneas precedentes no es otro que el de sensibilizar, más si cabe, a las organizaciones, apelando a su responsabilidad ética tanto por la armonía del conjunto, como por propia dignidad. Cuánta autoestima mancillada, cuántos desarreglos emocionales hubieran sido evitables si la prevención del acoso formara parte de la cultura empresarial.

Miguel Bello